Ni siquiera la consideración de René Descartes como fundador del racionalismo y, como consecuencia, precursor de la modernidad, ahorró a sus restos la consideración, por parte de sus allegados intelectuales, de reliquia, laica, eso sí, pero reliquia al fin y al cabo. Russell Shorto, director del John Adams Institute de Amsterdam y colaborador habitual del New York Times Magazine, nos relata, con un detalle que a veces puede parecer excesivo pero que siempre es siempre interesante, el peregrinaje de 350 años de los restos del filósofo francés desde Estocolmo, donde falleció y fue enterrado por primera vez, hasta el que se supone que debió ser su lugar de descanso definitivo: un entierro en un camposanto discreto cercano a Estocolmo, el accidentado traslado a Francia, su inicial inhumación en Sainte Genevieve, la propuesta de traslado al laico Panthéon en tiempos de la Revolución… al mismo tiempo que sigue la peripecia de su cráneo, desgajado del esqueleto durante su primer traslado, hasta su ubicación actual en el Musée de l’Homme parisino.
Al mismo tiempo que el autor nos informa del periplo de los huesos del filósofo, intercala en la “acción” una serie de pasajes relativos a ciertas áreas de las ciencias naturales, anatomía y psicofisiología, sobre todo, que no sólo no suspenden la narración, sino que constituyen una excelente introducción a algunas de las corrientes filosófico-biológicas –aquella disciplina que en tiempos de Descartes se llamó filosofía natural y a la que los progresos científicos obligaron a desgajarse en mil disciplinas aisladas- de los tres últimos siglos, que constituyen otro tipo de piezas del ingenioso rompecabezas compuesto en torno a los restos del filósofo, y que consiguen pespuntear un ensayo que, sin ningún ánimo peyorativo, se lee y se disfruta como una novela.
Joan Flores. Llibreria La Llopa
1 comentari:
Excelente, casi enternecedor. ¡Si Descartes supiera qué pasó con él después de muerto! Cuánta miseria humana transmiten estas ganas de tener un trocito del maestro, de llegar a la gloria poniéndolo a él en el Panteón... o cómo lo trató la reina Cristina en vida: su poder era tal que todo y todos le parecían posesión y llevó a Descartes a la muerte.
Es un libro mucho más entretenido de lo que pudiera parecer por el título y el (presunto) tema.
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